Brian
La mañana del 18 de Abril, Brian Nencini, se levantó una hora antes de lo habitual, quería llegar a la oficina con tiempo de preparar debidamente los documentos que iban a firmarse aquel día. Brian trabajaba para un Banco de Negocios cuya oficina central estaba en la calle Broad en el donwtown de Manhatan. Aquella mañana con la citada firma ponía fin a un largo proceso de compra-venta de una empresa entre dos importantes clientes del Banco, lo que para Brian iba suponer un ascenso importante en su carrera y además un descanso. Los días anteriores había sentido dolores en diversas partes del cuerpo motivados por la tensión a la que había estado sometido.
Cuando llegó a la oficina, repasó detenidamente toda la documentación y acto seguido fue con su jefe al despacho del Presidente donde esperaban los máximos ejecutivos de las dos empresas que efectuaban la transacción. La firma se realizó sin ninguna complicación y Brian recibió los elogios de todos los implicados. Cuando los clientes se marcharon Brian fue invitado a comer en un comedor situado en la planta 40, desde donde se divisaba una bella vista al East River y el puente de Brooklyn. Disfrutó de la comida, las vistas y las elogiosas palabras de sus superiores y recibió la noticia de su ascenso, la sustanciosa gratificación que se le daría y aceptó el regalo del Presidente para ir aquella noche a la ópera, donde tampoco había estado nunca.
Una vez finalizada la comida llamó a su novia y quedó con ella en el Lincoln Center a las 17 horas. Comprarían el libreto y lo leerían mientras tomaban un café, pues aunque se trataba de la mas famosa ópera de todas las que se representan en el teatro y él había escuchado los fragmentos mas conocidos, cuando era pequeño en el restaurante que por aquel tiempo regentaba su tío Alfredo en Mulberry street, no conocía el argumento.
Salió de la oficina henchido de felicidad y decidió caminar antes de coger el Metro. Subió por Broadway y al pasar por el Civic Center un viejo tullido le pidió dinero y él que nunca daba nada a este tipo de personas, ese día decidió compartir su alegría y le obsequió con un billete de 100 dólares. Al llegar a Bleecker street entró en la estación, y cuando llegó el tren, se sentó y apoyó su cabeza sobre el brazo y este encima de la barandilla. Se quedó dormido en el acto y sin darse cuenta murió como consecuencia de un infarto. Quedó tendido encima del asiento y así viajó durante 7 horas haciendo varias veces el mismo trayecto sin que ningún pasajero reparara en él, algunos porque pensaron que estaba dormido y otros porque no quisieron implicarse.
A las 11 de la noche, justo cuando finalizaba la representación en el Met, completamente lleno y tan solo con dos asientos vacíos en box central del Parterre, y el público aclamaba a la diva rumana que había protagonizado la función, un viejo tullido que había subido al metro encontró a Brian.
La mañana del 18 de Abril, Brian Nencini, se levantó una hora antes de lo habitual, quería llegar a la oficina con tiempo de preparar debidamente los documentos que iban a firmarse aquel día. Brian trabajaba para un Banco de Negocios cuya oficina central estaba en la calle Broad en el donwtown de Manhatan. Aquella mañana con la citada firma ponía fin a un largo proceso de compra-venta de una empresa entre dos importantes clientes del Banco, lo que para Brian iba suponer un ascenso importante en su carrera y además un descanso. Los días anteriores había sentido dolores en diversas partes del cuerpo motivados por la tensión a la que había estado sometido.
Cuando llegó a la oficina, repasó detenidamente toda la documentación y acto seguido fue con su jefe al despacho del Presidente donde esperaban los máximos ejecutivos de las dos empresas que efectuaban la transacción. La firma se realizó sin ninguna complicación y Brian recibió los elogios de todos los implicados. Cuando los clientes se marcharon Brian fue invitado a comer en un comedor situado en la planta 40, desde donde se divisaba una bella vista al East River y el puente de Brooklyn. Disfrutó de la comida, las vistas y las elogiosas palabras de sus superiores y recibió la noticia de su ascenso, la sustanciosa gratificación que se le daría y aceptó el regalo del Presidente para ir aquella noche a la ópera, donde tampoco había estado nunca.
Una vez finalizada la comida llamó a su novia y quedó con ella en el Lincoln Center a las 17 horas. Comprarían el libreto y lo leerían mientras tomaban un café, pues aunque se trataba de la mas famosa ópera de todas las que se representan en el teatro y él había escuchado los fragmentos mas conocidos, cuando era pequeño en el restaurante que por aquel tiempo regentaba su tío Alfredo en Mulberry street, no conocía el argumento.
Salió de la oficina henchido de felicidad y decidió caminar antes de coger el Metro. Subió por Broadway y al pasar por el Civic Center un viejo tullido le pidió dinero y él que nunca daba nada a este tipo de personas, ese día decidió compartir su alegría y le obsequió con un billete de 100 dólares. Al llegar a Bleecker street entró en la estación, y cuando llegó el tren, se sentó y apoyó su cabeza sobre el brazo y este encima de la barandilla. Se quedó dormido en el acto y sin darse cuenta murió como consecuencia de un infarto. Quedó tendido encima del asiento y así viajó durante 7 horas haciendo varias veces el mismo trayecto sin que ningún pasajero reparara en él, algunos porque pensaron que estaba dormido y otros porque no quisieron implicarse.
A las 11 de la noche, justo cuando finalizaba la representación en el Met, completamente lleno y tan solo con dos asientos vacíos en box central del Parterre, y el público aclamaba a la diva rumana que había protagonizado la función, un viejo tullido que había subido al metro encontró a Brian.
Fotofrafía: Lincon Center de Nueva York
4 comentarios:
Qué suerte!
Pero, por otra parte ¡Qué pena morirte sin haber estado en el MET!
Si una lástima no haber podido oír a la diva Rumana, pero quizás hay una parte de la historia que no conocemos y es que cuando Brian entró en el Metro leyó en algún periódico que el tenor de moda, ansiado por tod@s se encontraba aquejado de vete a saber que virus tenoril y en su lugar cantaría Franco Farina. Toma castaña! e infarto. Lo que no pudo la fusión lo pudo la sustitución.
Perdona nº 9 las variaciones sobre tu excelente relato, pero estoy que salto con el Sincero Harina.
Un petó a tothom
!Y qué más da quien cantara! Lo cierto es que al final de la función, cuando el telón baja o se cierra lentamente, se nos ha terminado la vida... a todos.
si, si que cuesta reanudar la vida cuando baja el telón, al terminar la función a veces cuesta hablar o comentar, coger el tranquillo de lo cotidiano
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