martes, 15 de abril de 2008

relato Nº 3


Desde el vagón en el que viajo, a través de la ventana ,veo pasar la oscuridad velozmente. En las estaciones se hace la luz y la gente sube y baja constantemente. Una joven pareja discute, y al cabo de unos minutos se acaban reconciliando con un sincero abrazo. Un anciano algo desaliñado lee un libro con absoluta atención, un empresario cercano a los cuarenta selecciona música en su reproductor mp3, unas adolescentes se enseñan mensajes en sus teléfonos móviles y no paran de reír visiblemente emocionadas.

La ventana es un cristal grueso y sucio que dota de opacidad a las figuras que se mueven ansiosas en los andenes de cada estación. Una voz suena lejana, omnipresente. Anuncia las paradas de la ruta que seguimos.

Una chica, joven, atractiva y bien vestida se me queda mirando. Su mirada transmite extrañeza. Cuando me quiero dar cuenta ya no está allí. Ahora son otros los que me miran, todos paralizados. Y algunos comienzan a murmurar, otros rompen a llorar. De pronto todos los pasajeros de aquel vagón miran hacia mi. Se escuchan preguntas, se oyen intuiciones.

Entonces te veo a ti, y me gritas con el rostro desencajado. Me golpeas el pecho fuertemente. Yo te digo que te tranquilices, que estoy bien. Pero entonces lo entiendo y sonrío. Porque pienso que esto es imposible.

Muerto. ¿Puedes entender qué es estar muerto?
Fotografía: Obra de Anselm Kiefer

1 comentario:

pfp dijo...

que fuerte¡¡¡