Desde el vagón en el que viajo, a través de la ventana ,veo pasar la oscuridad velozmente. En las estaciones se hace la luz y la gente sube y baja constantemente. Una joven pareja discute, y al cabo de unos minutos se acaban reconciliando con un sincero abrazo. Un anciano algo desaliñado lee un libro con absoluta atención, un empresario cercano a los cuarenta selecciona música en su reproductor mp3, unas adolescentes se enseñan mensajes en sus teléfonos móviles y no paran de reír visiblemente emocionadas.
La ventana es un cristal grueso y sucio que dota de opacidad a las figuras que se mueven ansiosas en los andenes de cada estación. Una voz suena lejana, omnipresente. Anuncia las paradas de la ruta que seguimos.
Una chica, joven, atractiva y bien vestida se me queda mirando. Su mirada transmite extrañeza. Cuando me quiero dar cuenta ya no está allí. Ahora son otros los que me miran, todos paralizados. Y algunos comienzan a murmurar, otros rompen a llorar. De pronto todos los pasajeros de aquel vagón miran hacia mi. Se escuchan preguntas, se oyen intuiciones.
Entonces te veo a ti, y me gritas con el rostro desencajado. Me golpeas el pecho fuertemente. Yo te digo que te tranquilices, que estoy bien. Pero entonces lo entiendo y sonrío. Porque pienso que esto es imposible.
Muerto. ¿Puedes entender qué es estar muerto?
Fotografía: Obra de Anselm Kiefer
1 comentario:
que fuerte¡¡¡
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