Juan Carlos despertó aquella mañana soleada con ganas de hacer algo distinto. "En pleno verano y tengo que ir a currar", pensó mientras suspiraba con desgana. Un día como hoy le hubiera gustado estar en alguna playa de su Brasil querido. Su tierra, allí donde estaba su familia, sus raíces. Por eso decidió poner el cd recopilatorio de la mejor samba mientras se vestía. Antes de salir de su cuarto miró el poster de Ronaldinho e hizo el mismo gesto con la mano que popularizó el astro carioca.
Se puso los cascos y se dirigió, ligero en sus pasos, al metro, como cada día. Disfrutando del sol y de ese pensamiento temprano. Ese pensamiento que le había traído a la memoria las playas con los colegas, las chicas, el agua del mar. Llegó a la estación de Stockwell y a pesar de que no solía hacerlo, esa mañana cogió un ejemplar de la prensa gratuita. Esa mañana, la del 22 de julio de 2005, traía una noticia importante y quería leer acerca de ello.
Tras recargar cinco libras en su tarjeta Oyster, a las ocho y dieciséis minutos de la mañana pasó los tornos y se dirigió al andén que le correspondía. Un minuto y medio después llegaba el metro. Juan Carlos subió, se sentó y abrió el periódico buscando la noticia que le interesaba.
Sin tiempo alguno para reaccionar, dos tipos le levantaron violentamente, le tiraron al suelo y le inmovilizaron. Aterrorizado, sus oídos escucharon justo el sonido del disparo.
A las tres de la tarde y veinte minutos, habiendo recibido la orden del juez, levantaron y retiraron el cadáver de Juan Carlos Menezes. Recibió siete disparos en la cabeza. Le asesinó la policía.
Texto: Javier Duque Fdez.-Pinedo
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Fotografía: Ronaldinho
1 comentario:
me gusta mucho tú relato, muy oportuno y muy rápido para relacionar un titular propuesto al azar con una historia real. Además bien expresada
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