domingo, 28 de septiembre de 2008

confianza ciega

El guía que me recoge en la puerta del Hotel de Hiroshima, conduce su propio taxi un monovolumen negro tapizado con puntillas blancas impolutas, como todos los taxis de Japón, es un hombre de unos treintaitantos, delgado de estatura media, pantalones negros a raya y camisa blanca con los puños remangados. De entrada me carga un poco, me abruma a fechas informaciones y datos de Miyahima, la Isla Sagrada que vamos a visitar. Mi ingles no es precisamente de Oxford (el suyo tampoco) y esto supone un esfuerzo que no me apetece nada, (dura vida la del turista).
Llegamos al transbordador que nos deja en el muelle de Miyahima en 10 minutos. Durante el viaje le doy esquinazo, me parapeto trás la cámara de fotos y me doy un respiro, la tarde es muy calurosa y amenaza lluvia.
Una vez en la isla me doy cuenta de la pericia y profesionalidad de este hombre que me enseña todo lo habido y por haber , me explica con claridad y evita las masas de gente, en su mayoría japoneses que visitan la isla por primera vez.
Finalizamos la visita a la Isla en el Templo más importante de Mihayima, el Daisho-in. A estas alturas elegiría a este guía entre un millón. En el pórtico del Templo hay una estrecha escalera de bajada que me ha pasado inadvertida, me pide que me descalce y me advierte que es indispensable que confíe en él, me parece una obviedad , me descalzo y le sigo, bajamos tres escalones y apartando una espesa cortina negra entro tras él en un estrecho pasillo, solo me advierte que utilice la mano izquierda para mantener contacto con la pared y avance siempre hacia delante. Inmediatamente pierdo la referencia de su camisa blanca que marcha delante de mi, la oscuridad es total y la negrura absoluta. Me paro, extiendo los dedos de la mano izquierda y comienzo a avanzar mientras me pregunto donde me he metido. El silencio también es absoluto como la oscuridad, me asalta una chispa de miedo, ¿confío en el guía? demasiado tarde para retroceder. La mano izquierda me va guiando a través de la pared que hace esquinas y cambios de dirección. Continuo avanzando en la negrura más negra que he visto en mi vida, visto, si, porque llevo los ojos abiertos como platos… al cabo supongo de un tiempo que se me ha hecho interminable, vislumbro al fin un resquicio de luz y oigo alguna voz, enseguida me topo con la pesada cortina negra de salida. Afuera está mi guía, expectante, como un santo monje esperando a su pupilo regresar de una dura prueba. Agradezco como nunca la luz plomiza de la tarde, en breve nos cae un fuerte chaparrón. Mientras salimos del Templo y nos mojamos no doy crédito a la experiencia que acabo de vivir y le pregunto cual es la finalidad de semejante prueba, me explica que es una práctica muy antigua para iniciar a los jóvenes monjes en la confianza, en la fe ciega en Buda, Él les guiará a través de los estrechos y oscuros caminos hacia la Luz.
El día ha sido increíble, tomamos un té y un dulce antes de coger de nuevo el transbordador que nos llevará de nuevo a Hiroshima.
En el taxi, la conversación es ahora personal, me explica que vive solo, que desayuna un bol de arroz blanco por la mañana y una sopa de verduras, que cena cualquier cosa en cualquier sitio, que en septiembre se va a Nueva Zelanda para intentar una nueva vida… Nos despedimos, espero y le deseo de corazón que Buda le guíe con buen tino. Yo no lo olvidaré.

Fotografía: Color negro

A mis sanfaineros Gloria y Enric, con cariño

domingo, 21 de septiembre de 2008

Juana, vuelve a casa

Cuando llego a la habitación al mediodía, me encuentro a Juana todavía en la cama, me recibe sin alegría, sin chispa en los ojos , no me pregunta si he comprado El País, ni me revisa lo que llevo puesto. Estos días me he vestido para ella, le gusta mi ropa, sobre todo una blusa que me compré en Japón... ya me dijo, -los japoneses es que son muy finos Pilar-.
Me acerco a ella y me agarra con casi la misma fuerza en las dos manos, me da la noticia; - me envían a casa el sábado- esa es la fatal decisión que ella ha querido posponer todo lo que ha podido.
Juana no tiene hijos, su marido no está mucho mejor que ella y con la actual situación se le ha puesto al hombre un genio endiablado. Las hermanas sin embargo están contentas, empezaban a estar cansadas de tanta ida y venida. La que peor lo lleva curiosamente, es la viuda, no soporta tener su Panteón, es decir el de su marido abandonado, - las flores secas en los jarrones y las hojas de los árboles que han comenzado a caer invadiéndolo todo- ... un increible desasosiego, pero ya ha encargado flores para el mismo día en que Juana abandone el Hospital. Las otras dos hermanas organizan la vuelta a casa.
El día transcurre tristón, no le animo ni enseñandole la foto de Nadal del que dice ser "fan". Llegan sus hermanas y se organiza una gran discusión, Juana no quiere prescindir del paragüero/perchero de la entrada, ni del mueblecito entredos del pasillo, ni por supuesto de la alfombra del salón que son un obstaculo real para ella y se enfada como nunca la había visto con el tema estrella: no quiere a nadie extraño cuidándole en casa. No, no y no. Pero esta vez de poco le va a valer su terquedad y ella lo sabe.
La tarde ha sido intensa, yo he querido volverme transparente. Cuando se queda sola me llama y me acerco, me agarra de nuevo con fuerza pero no le salen las palabras, a mi tampoco.
Hoy sábado por la mañana he cambiado el turno con mis hermanos no he querido verla marchar.

He prometido ir a verla a su casa, pero tengo miedo, me temo que haya perdido la alegría.



Fotografía: Obra de Kenneth Noland

jueves, 18 de septiembre de 2008

¿el alma humana? ¿donde?


¿en la mirada desvalida de los enfermos, de los ancianos, de los que sufren? yo no la he visto.

¿en las manos de los que necesitan otra donde agarrarse? yo no la he visto.

¿en los oidos de los que esperan una palabra de afecto que nunca llega? yo no la he visto.

¿alguien sabe donde está el alma humana y para que sirve?






Fotografía: obra de Horst Antes

viernes, 12 de septiembre de 2008

Juana y sus hermanas.


Ha sido un día de bochorno insoportable, la dirección mantiene un discretísimo aire acondicionando que no sirve para nada, las ventanas están ligeramente abatidas, los toldos echados, la puerta abierta para ver si corre un poquito el aire. Por la mañana pronto ha llegado la más joven de todas, 79 años, el orgullo de la familia, es maestra, me lo repiten todos los dias el resto de las hermanas que no han tenido tanta suerte y solo han podido dedicarse a la familia y a la casa, le ha dado el dasayuno, y ha estado un ratito para terminar de asearla con un poco de colonia fresca y se marcha al mercado,con ella vive un hijo separado y su nieta. Al medio día llega la hermana viuda, 88 años, la trae un hijo malcarado, supongo que harto del trajín, que ya dura dos meses, desde que a Juana, 86 años le dió un mareo, cayó al suelo y se quedó con medio cuerpo paralizado. La viuda le da de comer, le insiste machaconamente que mucha gente utiliza la mano izquierda pero Juana es tozuda como una mula y no hay manera de convencerla, hablan de los sobrinos de los conocidos del pueblo, de bodas y bautizos de hace 50 años y después se quedan dormidas en una siesta apacible y calurosa. El turno de la merienda y la cena lo cubre la hermana de 82, muy pizpireta ella, hoy llega con un blusón a flores en tonos discretos , falda a juego y sandalias con un tacón muy coqueto. Siempre trae novedades de sus hijos y de una nieta médico que trabaja en una ONG en Filipinas. Le dan la cena insisten de nuevo para que coja la cuchara y se coma el yogurt con la izquierda, pera Juana es mucha Juana, y no cede.

A última hora de la tarde el bochorno se soporta con dificultad, el ambiente de la habitación está cargado. Por fin Juana se queda sola, me sonríe con la boca desdentada, y me dice que me acerque, me confía un secreto, maneja la izquierda de maravilla pero no piensa demostrarselo a sus hermanas no sea que se quede sin su compañía diaria. Le prometo guardarle el secreto hasta la tumba, nos reímos las dos, derrepente suena un trueno y a continuación comienza a llover a cantaros. Refresca el ambiente y la noche, todos descansamos.

A la mañana llega la maestra, bien puntual como siempre, y vuelve a insistir mientras le coloca la servilleta: ¡Juana debieras de hacer un esfuerzo, hay mucha gente que se maneja muy bien con la mano izquierda...¡ Juana me mira con picardía, le sonrío, le guiño el ojo y me bajo a tomarme un café.