Celebremos el Día del libro con la lectura de, "Un alto en la derrota" , por el autor de "Las esquinas del mundo", Luis Alfonso Iglesias Huelga. UN ALTO EN LA DERROTA Tenéis razón pasó la moda (si acaso fue una moda) de banderas, ilusiones y consignas en favor de una especie equivocada. Limpiemos las pintadas ingeniosas de la conciencia inocente de las caras. Olvidemos que un día fue posible soñar la longitud de la esperanza en el incontestable territorio de la historia. Aquello fue en vano un juego juvenil que se curó con la normalidad incontenible de los años. Un error perdonable, una quimera expoliada por la edad de la palabra. Hagamos un alto en la derrota en cada arruga sufriente, en cada cana. Digamos que algunos suspiraron el alivio de nuestras necedades, un día, al partir de madrugada, hacia su errante miseria cotidiana. Paremos, derrotados, la derrota para mirar hacia atrás sin salvaciones seguros de que hubo una razón tan encendidamente humana que esperaba otra verdad, erguida, en otra plaza. Pero es preciso que el alto sea breve porque nada es posible en la derrota y urge retomar viejas preguntas para evitar el terrible alto de la doma. Luis Alfonso Iglesias Huelga
MAÑANA SERENA DE PRIMAVERA Entró volando aún caliente del sol y se posó, tan llena de primavera, en mi mano, tan inexplicablemente extraña, tan referida a sí misma; y no era, sin embargo, sino una hoja de haya primaveral. Así yace el mar en su cuenco terrestre, así descansa la nube en la gran mano, cada corazón descansa desconocido de sí mismo, extraño para sí mismo, y también trae desde siempre las marcas del fuego del propio ser inscritas como nombres con hierro candente. Y como el mar con las mareas más apacibles golpea sereno alrededor de las rocas rígidas, surge un brillo cristalino desde el volcán que aguarda extensiones sin nubes que tiemblan diáfanas, ajenas al éter, pero envueltas totalmente por él, y en el aliento de lo perdido cada cosa ha depuesto su nombre. Pues felizmente cuelga la campana en el azul, ningún silencio calla en ella y ningún lenguaje habla, su luz esférica absorbe, llena de un dulce vacío, el ser del mundo en la silenciosa ingravidez y lo transforma en lo nuevo increado: elevado serenamente por el aliento primaveral, el mundo, tranquilo, se abandona suavemente a sí mismo, y, anónimas, la mano, la hoja, las olas inmóviles, oh, felicidad invisible que escucha, entonces, apacible, la ola de las mareas del ser choca, cristalina, en la pared de las campanas y, plateada, toca la claridad en la claridad, para que, suave por el sonido de la fuente lejana como las nubes, cada cosa se nombre clara y nueva..., incluso la hoja de haya en mi mano. Hermann Broch En mitad de la vida, Igitur/poesía. Traducción Montserrat Armas y Rafael-José Díaz Imagen: Anar i tornar. Juan Genovés