lunes, 21 de abril de 2008

relato Nº 8



Al fin y al cabo tengo suerte. No de estar muerto, que esa suerte nos es común a todos, sino de ser noticia. Por utilizar el transporte público, ya sabe, estas cosas hay que fomentarlas, dijo el periodista. Y no es que los muertos se prodiguen por estos lugares. Es verdad, pensé, no nos prodigamos. Quizá por eso se nos olvida tan pronto. Nunca comprendí por qué, al fin y al cabo somos muchos más que ustedes los vivos. Ley de vida, supongo, respondió, y se alejó en dirección a las escaleras mecánicas. Lo vi a través de la ventana del vagón, marcando un número en su teléfono móvil. ¿Por qué no hay una ley de muerte? me pregunté entonces. Una que no permitiera que murieran niños no estaría mal. O tal vez una que deje a los hombres permanecer vivos mientras alguien los quiera. Así causaríamos menos dolor. Pero no me quejo, he salido en la prensa gratuita y eso me convierte en un muerto con suerte. Pocos regresamos del olvido una vez cruzamos la frontera y deja de haber flores en nuestra tumba.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tal vez las flores sea lo de menos... que habrá dentro de nuestras tumbas? La ley de prohibición de morir a quienes son queridos, también dejaría a muchísimos fuera... Perdona, es lo que pienso yo...

pfp dijo...

Las flores no son lo de menos, bueno, supongo que es una metáfora del recuerdo hacia el ser querido.
Se dice que el olvido es la autentica muerte.