sábado, 26 de abril de 2008

reflexiones ante un armario



Aquella mañana en un libro sobre Tony Oursler que había consultado para preparar una crítica, había leído de pura casualidad y fuera de contexto una cita entrecomillada, decía que, “los armarios son autobiográficos, que los objetos que contienen se convierten en un lugar arqueológico personal. Un banco en la memoria convertido en físico, que por eso son tan horripilantes, que nos recuerdan siempre al pasado, que delante de un armario se entra en conflicto directo con las leyes naturales que gobiernan el paso del tiempo, que limpiar este espacio es, por defecto una forma de editar nuestra historia personal, que el proceso se convierte en introspectivo hasta un grado enfermizo, ya que cada objeto, grande o pequeño exige que nos fijemos en él y enjuiciemos su valor actual…”


Ninguna razón le hubieran obligado con tanta autoridad a plantarse delante de su armario, echarle una ojeada y finalmente hacer orden. Ni su madre con castigos, cuando era pequeña y con malas caras cuando ya fue más mayor, lo consiguió.


En cuanto llegó a casa, con gran decisión y sin siquiera quitarse la gabardina abrió las cuatro puertas del armario empotrado y dio un paso atrás, luego dos más, necesitaba distancia…allí había de todo, perchas atiborradas, ropa mal colgada, jerseys hechos un burullo en los estantes, camisas y camisetas que nunca encontraba cuando se las quería poner, dos perchas imposibles, arrinconadas, las de la “esperanza” las llamaba ella, con pantalones de talla 38. En los cajones cajas con bisutería, bisutería sin cajas, calcetines desparejados algunas cartas, muchas facturas, folletos a barullo, cds, postales, pañuelos revueltos con ropa interior y medias de fantasía, fotos pegadas en las puertas, alguna entrada de cine, cinturones de todos los colores, una radiografía metida en un sobre marrón de cuando se rompió el pié hacía ya cinco años, bolsos de mano, bolsas vacías, tres paraguas plegables, una pamela abollada… ¡ santo dios¡, retrocedió otros dos pasos, se ajustó la cinta elástica que llevaba en el pelo y en un arranque de valentía y determinación decidió que no, que no estaba lo suficientemente preparada para realizar un trabajo arqueológico de esa envergadura, así que vació todo el contenido del armario encima de la cama. Casi sin mirar, metió todo, absolutamente todo en dos docenas de bolsas de basura, las cerró con energía, llamó al portero para que le ayudara, cuando se lo llevó todo le dio una buena propina y ella salió pitando hacia el Centro Comercial, sabía que no cerraban hasta las diez.

Fotografía: Obra de Kiki Smith

2 comentarios:

Barbebleue dijo...

Mi voto es para este relato; reflexivo y elocuente.

pfp dijo...

pero Barbebleu,que este relato no tiene muerto en el metro, que va fuera de concurso, etiqueta "cosas que pasan" , de todas formas gracias, a mi también me gusta lo del armario, y me da envidia la protagonista, a veces me han dado ganas de hacer lo de la protagonista... pero no he tenido valor...la cosa tiene su miga, si.