Martin tenía ganas de correr. Desde su habitación del Plaza se podía ver que hacía un día estupendo y vio los primeros runners entrenando en Central Park. Se vistió con la camiseta que Waldemar Cierpinski le regaló hacía quince años en Moscú y dio un par de vueltas al circuito asfaltado de Central Park. Martin, a pesar de sus setenta y siete años y de las advertencias de su cardiólogo, estaba en plena forma, "solo una bomba puede parar este corazón" pensó con orgullo de alemán reunificado.
Después de una ducha y de desayunar a lo centro europeo, se dirigió a la recepción para preguntar cómo se llegaba en metro al Billie Jean Tennis Center de Flushing Meadow. Hoy se jugaba la final entre Pete Sampras y Andre Agassi y Martin tenía entrada. "¿Es seguro viajar en metro hasta allí?" preguntó al recepcionista, "por supuesto Sr. Cohen tiene que coger la linea E, E de excellence, y bajar en Jackson Heights para coger la linea 7 hacia Shea Stadium y apearse allí. No va a tener ningún problema, el Sr Giuliani ha limpiado las calles en menos de un año".
El viaje en metro estaba siendo una gozada puesto que a partir de Rooselvet Island el trayecto era en superficie.
La mayoría de los viajantes era público que se dirigía a ver la Final, ataviados con clásicos polos de tenis. Un grupo de niños se dedicaba a pasar de vagón en vagón haciendo un espectáculo de hip hop y Martin les dio cinco pavos de propina, eso ofendió al caballero a su derecha.
Martin ni siquiera se dio cuenta que tenía a alguien sentado al lado y eso le asustó, su corazón, de repente, empezó a latir con fuerza y desacompasadamente. Recuerdos de barro, hambre, humillación y frío le trasladaron a su adolescencia perdida en Ravensbrück. Martin se puso rojo y empezó a sudar, el corazón le latía a más de 180 pulsaciones por minuto y eso no podría resistirlo por mucho rato. Aquel anciano caballero a su derecha no podía ser otro que el Verdugo de Ravensbrück quien mandó aniquilar a más de 80.000 mujeres en menos de siete años, entre las cuales se encontraban las dos hermanas y la madre de Martin.
Su corazón llegó al límite y Martin notó como dejó de latir de repente, tampoco pudo respirar, estaba paralizado, demasiado miedo y malos recuerdos que creía olvidados. Rápidamente se le fue nublando la vista y cayó en un letargo del cual nunca más volvió a despertar.
Ninguno de los viajeros, incluidos el Verdugo, se dieron cuenta, Martin parecía un abuelete plácidamente dormido en el metro. No fue hasta unas horas después que Joe Belladonna, el jefe de la Estación Terminal del Aeropuerto JFK, al hacer la ronda vespertina, acompañado de su ayudante Vince Campofiorito y una caja de dos docenas de donuts del Dunkin Donuts, se percataran que aquello era un cadáver y no un abuelo dormido.
Joe y Vince llamaron a la policía del Metro y esperaron casi el turno completo al lado de Martin charlando plácidamente sobre la vida y la muerte a que llegara el equipo forense, mientras degustaban los donuts.
Fotografía: Escudo Policía de New YorK City
2 comentarios:
me ha recordado a la película de Spike Lee "Inside Man", traducida en España como Plan Oculto. El mejor robo a un banco jamás ideado...
altamente recomendada a todo el mundo...
Pues a mi me ha recordado más a "Marathon Man" de John Schlesinger, con Dustin Hofman.
Publicar un comentario