Las pesadillas, son una salida, una proyección de la culpa que sentimos sobre lo que hemos hecho en nuestra vida real. Así a veces, los hechos de los que nos sentimos culpables quedan transformados, distorsionados en un castigo imaginario en nuestros sueños. Lo que en la edad moderna de la psicología es el subconsciente y la libido, para los teólogos de la Edad Media era la voz del Diablo y el Pecado Original.
Hieronymous van Aachen (1450-1516) nació en la población holandesa de Hertogenbosch, de la que tomó su apodo de Boch, El Bosco. Sus obras se han descrito como precusoras del surrealismo, representaciones alegóricas de la alquimia, proyecciones freudianas de la libido, cuadros morales de pesadilla... Le fascinaban las ilustraciones del pecado y su castigo en el más allá, una aproximación a un tiempo horrorosa y lúdica, que atrajo al coleccionista taciturno y meditabundo Felipe II que reunió varias de sus obras.
Predecesoras de sus visiones de fracasos morales humanos y sus consecuentes castigos en el Infierno, fueron las escenas del Juicio Final de los frescos eclesiásticos medievales. Estos se concebían para ofrecer un vocabulario visual que pudieran comprender los feligreses iletrados, y les mostraran los terrores que les aguardaban, si se desviaban en vida del recto sendero moral. Tales escenas brindaban al artista la oportunidad de desplegar las alas de su creeatividad. La actualización que hizo el Bosco es un paisaje onírico de pesadilla sobre el que Freud tendría mucho que decir.
Fotografía: Los siete pecados capitales y las postrimerías. Para pintarla, el Bosco usó como soporte un tablero de madera, en vez del tradicional lienzo. Su composición redonda exige que se admire desde todos sus lados. Hay que rodearla mientras se la contempla como una Rueda de la Fortuna en la que vemos los siete pecados capitales: lujuria, avaricia, gula, envidia, pereza, soberbia, e ira. Pintados en las cuatro esquinas están los puntos potenciales de salvación o condena: la confesión de un moribundo, el Juicio Final, el Infierno y el Cielo. Y en medio del círculo Cristo, saliendo de un sarcófago para juzgar a los vivos y a los muertos.
pd: clikar la foto para verla con detalle.
8 comentarios:
Soy yo otra vez.
repito comentario anterior
Me da yuyu esta entrada, es mucho más fuerte que la de Elm Street.
A mi me parece una tabla bella en ejecución y moderna en diseño: tal cual un reunión ordinaria del G-7
Qué representación de vida atormentada... Estéticamente bien pero a mi, como a Joaquim, también me da yuyu; saber pintar la luz debe ser un privilegio de almas serenas como la tuya, Pilar.
Siete pecados y sólo cuatro vías de salvación, gana el pecado por abrumadora mayoría. Así nos va.
a ver, a ver, un cuadro inofensivo, que proporciona orden y estabilidad, visual y formal...es verdad que son siete pecados frente a cuatro vias de salvación, pero muy completas, las hay para todos los gustos... estoy pensando que sin duda me da más miedo una reunión del G 7, por propiamente los políticos que se reunen, junto a las policías antidisturbios encargadas de que nadie les tosa... los grupos antisistema a su lado son ángeles benditos...
Me ha salvado tu comentario, Pilar ya que por más que he mirado la tabla no lograba entenderla. Me parecía y me parece, eso sí, de visión fascinante.
El texto sugerente e instructivo para mi que nada sabía de la vida de El Bosco cuya obra admiro desde que sé de su existencia.
Soy un fan acérrimo de El Bosco, y me encanta observar la cantidad y cantidad de detalles y de simbolismos que hay en sus cuadros.
Aún recuerdo la primera vez que vi en el Prado “El carro de heno”: Tendría yo unos dieciocho o diecinueve años, y conocía la existencia de este tríptico tan solo por un detalle de la tabla central que venía, como ilustración, en un libro de F.E.N. (¡imagína, vecina, si hace añós de ello!, y aclararé para los más jóvenes que era ésta, la F.E.N., una asignatura de los entonces llamados Bachillerato Elemental y Superior, cuyas siglas significan Formación del Espíritu Nacional. Esta asignatura, junto con la gimnasia, la impartían profesores asignados por Falange Española y de las JONS.)... En fin, a lo que iba:
Recuerdo, pues, que cuando vi “todo entero” aquel impresionante tríptico, me quedé petrificado. No sabía dónde mirar. Aquello era igual que ¡una apasionante “aventi”!
No dudo de que en la época en que fue pintada esta tabla, así como muchas de las imágnes de “El jardín de las delícias” o la del citado “Carro de heno” pudieran provocar, como dicen Joaquim y Josefina, “yuyu”, pero vistas con los ojos actuales incluso pueden llegar a resultar -igual me paso, ¿eh?- hasta divertidas.
Lo que para mí es indudable es que el sarcasmo y la sátira presiden muchas veces la multitud de pequeñas escenas de dichas tablas, sin olvidar (ho sento, Titus, torno a citar a Martí Domínguez) :) que “El Bosco” plasmó con perfección de naturalista en ellas infinidad de pájaros, insectos y plantas.
Contemplar estas escenas, fruto de la prodigiosa imaginación de El Bosco, son “peccata minuta” si las comparamos, por ejemplo, con algunas fotografías ganadoras del Pullitzer, como la de los niños vietnamitas huyendo despavoridos del napalm lanzado por los norteamericanos, o la del niño africano completamente desnutrido con la imagen, al fondo, de un buitre.
Y es que muchas veces es una verdad como un templo cuando se dice que la realidad supera a la ficción.
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