El salvaje medieval europeo presentaba un tipo físico definidamente humano, con características raciales similares a las de la población europea. Un rasgo notable sin embargo lo alejaba de la especie humana; tanto los machos como las hembras ostentaban un cuerpo profusamente velludo; su piel era como la de un oso o la de un lobo. El pelo les cubría todo el cuerpo salvo el rostro, las manos, los pies, los codos y las rodillas . Por lo demás solían ser hombres blancos barbados, con abundante cabellera ondulada, la piel clara, los labios delgados y la nariz estrecha. Las hembras tenían una cabellera extremadamente larga y sus senos estaban desprovistos de pelo.
Por lo regular el salvaje estaba dotado de una fuerza descomunal, sobrehumana; no era raro que llevasen en una sola mano, todo un árbol con las raíces al aire, aunque en muchas ocasiones su tamaño era más o menos semejante a la talla humana.
El salvaje vivía como animal, y le acompañaban bestias reales e imaginarias: ciervos, unicornios, osos, centauros, lobos, dragones, serpientes y leones. Con los animales solía establecer una relación de convivencia y dominio, en la cual las bestias parecían reconocer tanto su afinidad con el salvaje, como la superioridad del hombre.
El hombre salvaje era el símbolo medieval pagano más abiertamente ligado al placer sexual, a la pasión erótica y al amor carnal, de distinto significado del que tenían los demonios, que eran seres espirituales malignos, mientras que el salvaje era una monstruosa fuerza desencadenada por la naturaleza, que asaltaba con bestialidad animal a los hombres civilizados, a los que quería absorver en un descomunal abrazo.
El hábitat del hombre salvaje medieval era la naturaleza, pero no simplemente la suma de los minerales, vegetales y animales, sino un espacio inventado por la cultura para establecer, una red de significados a la sociedad civilizada, un espacio simbólico y artificial. El hombre salvaje se fundía o se confundía en ese medio boscoso, era un hombre natural, simetricamente opuesto al hombre social y cristiano.
El hombre salvaje aparece representado como gigante o como enano, las variaciones iconográficas en el tamaño, obedecen a convenciones plásticas ligadas al tipo de obra y al tipo de narrativa en que aparecía.
Texto basado en el catálogo de la exposición el "Salvatge Europeo".
Fotografía: Ilustración del Libro de Horas, de Carles d´Angulema
Dedicada esta entrada a mi amiga del alma y compañera de Facultad, Silvia Fontanals . Besos Silvita
8 comentarios:
Explica el biólogo Martí Domínguez en su libro “Bestiari” (Edicions 3 i 4. València) que en la Edad Media se creía que los camaleones se alimentaban del aire, y una prueba de ello la tenemos en Hamlet, el cual, al ser preguntado por el rey cómo estaba, contesta a éste: “Perfectamente, senyor; como el camaleón, vivo del aire”.
Cuando a Paolo Uccello le encargaron unos frescos, hoy perdidos, para decorar la vuelta interior del Arco de los Peruzzi, en Florencia, le dijeron que tenía que representar los cuatro elementos, por lo que, como símbolo del aire, se había escogido al camaleón. A la hora de pintarlo, Uccello confundió el nombre de “cammelo” por el de “camaleonte”, y ni corto ni perezoso pintó un camello.
A partir de aquí traduzco literalmente del texto original en catalán de Martí Domínguez: “Está claro que hubiera podido haber pintado, sencillamente, un pájaro, uno de los preciosos pajarillos que le habían dado el sobrenombre. Pero no, Uccello, asombrado ante la absurdidad de que el camello se alimentaba del aire, tenía que pintar alguna cosa sobre él, aunque sólo fuera una aproximación. El resultado fue un camello, con la boca abierta, perplejísimo el gesto, engullendo aire...”
Enric,gracias por esta preciosidad, esta joya
que tienes la generosidad de dejar en mi casa que es la tuya, por supuesto, un gran abrazo para un gran amigo. Pilar
No se cómo lo consigues, pero siempre me sorprendes Pilar...
El texto que nos ofreces y lo explicado en el comentario de Enric, me han apremiado a encontrar algo semejante o acorde con lo que nos ocupa. Y, he aquí, que encuentro al escritor mejicano Juan José Arreola en uno de sus cuentos:
EL SAPO
"Salta de vez en cuando, sólo para comprobar su radical estático. El salto tiene algo de latido: viéndolo bien, el sapo es todo corazón.
Prensado en un bloque de lodo frío, el sapo se sumerge en el invierno como una lamentable crisálida. Se despierta en primavera, consciente de que ninguna metamorfosis se ha operado en él. Es más sapo que nunca, en su profunda desecación. Aguarda en silencio las primeras lluvias.
Y un buen día surge de la tierra blanda, pesado de humedad, henchido de savia rencorosa, como un corazón tirado al suelo. En su actitud de esfinge hay una secreta proposición de canje, y la fealdad del sapo aparece ante nosotros con una abrumadora cualidad de espejo."
No anima demasiado...
Pilarita, Mil gracias!que honor que vaya dedicado a mi!, desde luego ya tenía razón aquel profe en la Facultad que decía que tenías madera de escritora. Me encanta que me asocies al salvaje medieval! ¿será por el salvaje que todos llevamos dentro? Gracias de nuevo y un besazo flor.
si, si que anima Josefina, me encantan los feos¡¡¡¡¡ y los sapos concretamente, tan chatitos ellos son una monada, sólo que no lo saben... eso les pasa a much@s
te asocio Silvita con el Salvaje medieval, además de porque eres una maravillosa Salvaje , porque a la Expo me llevaste y me la explicaste tú.
¡Y tanto que anima, Josefina!: Siempe anima leer literatura de calidad como lo es este magnífico cuento. Me ha en-can-ta-do. Mil gracias por hacérnoslo conocer.
Wow 😮 ganz interesant qué bonites les homo sylvestris
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