domingo, 2 de enero de 2011

vida nueva



Aquella Noche Vieja de hace ya casi treinta años , Manolo estaba solo en casa. Su ex había recogido a los niños por la tarde y todavía no se hacía al silencio y quietud de la casa. Había abondonado los planes de echarse a la calle con unos amigos a cenar y bailar hasta las tantas, y se tiró en plancha al sofá, enchufó la tele, y en la espera de las doce campanadas, cenó patatas fritas de bolsa, una lata de berberechos, otra de mejillones, y medio paquete de galletas de chocolate. Tenía una botella de cava en el frigo, pero añorando los hábitos nocturnos de su hijo pequeño se preparó un colacao que se bebió a sorbos entre campanada y campanada.
A las tantas de la madrugada tirado aun en el sofá y sin coraje para apagar el bodrio habitual de la tele en fecha tan señalada , le sobresaltó el timbre del teléfono, se levantó de un salto presagiando nada bueno, así fue, era la policía municipal, le pidieron calma, pero precisaban que se personara a la mayor brevedad en el domicilio de su ex para recoger a sus hijos, no era grave, pero una denuncia de los vecinos había alertado a la policía, que había encontrado a la madre y su pareja etilicamente descontrolados, y a los niños llorando desconsolados y en puro estado de histeria colectiva.
El tono del policía no dejaba lugar a dudas, no era una broma de mal gusto. Marchó volando con las pantuflas de casa y la gabardina sobre el pijama. A su llegada, los pequeños se avalanzaron hacia él sin dejarles dudas a los agentes de su identidad. Los niños se calmaron pronto con su presencia y mientras cumplimentaba pequeños trámites, vislumbró a su ex-mujer arrumbada y desgreñada en una silla junto a una mujer policía, y a su actual pareja en otro rincón de la sala, eran el reflejo del aturdimiento y la estupidez. Avanzó furioso a pegarle dos hostias a ese necio, pero un policía y su pequeño agarrado a una de sus rodillas se lo impidieron...
Acabados los trámites y cuando por fin se marchaba con el pequeño hijo en brazos y los otros dos agarrados a los faldones de su gabardina, reparó en una joven mujer con dos niños tan asustados y desencajados como los suyos propios. Terminaba ella también los trámites con otro agente, y cargaba con la más pequeña hacia la puerta de salida mientras le daba la mano al niño mayor. Era la ex de la pareja de su ex.
La acompañó a casa, ella en la precipitación de bolso, camisón y abrigo, había llegado en taxi... En el trayecto los niños se durmieron arracimados en el asiento de atrás. Frente al portal de ella, intercambiaron impresiones, angustias y preocupaciones que de manera fortuita les había deparado juntos el destino...
La historia de su enamoramiento no fue ni larga ni corta, pero si duradera, tanto, que ya sumaba casi treinta años juntos en los cuales habían afrontado un destino difícil con sus conflictivos ex, sus proles respectivas -tres + dos- trabajos, colegios, domicilios, veraneos, bodas, bautizos y hasta la muerte prematura de uno de los hijos...

Hasta donde yo se, siguen juntos, felices e infelices pero juntos.
Esta nueva vida se emprendió un Año Nuevo de hace ya casi treinta años.




cosas que pasan: pfp


Fotografía: obra de Roy Lichtenstein



4 comentarios:

tag dijo...

Lo que yo digo, el amor no se busca, se encuentra.
Nos has contado muy bien esta historia y el final feliz la hace todavía más admirable.

Feliz Año Nuevo, Pilar

Joaquim dijo...

El 2011 empieza con un pequeño gran relato optimista, de supervivientes. Te lo agradezco de todo corazón

GLÒRIA dijo...

¿De verdad?

pfp dijo...

de verdad.

tag, gloria, Joaquim,besos y felices Reyes a todos