DOS VIDAS
El frío de aquella noche invernal se colaba por los agujeros de su raído abrigo de paño y, por un momento, tuvo la tentación de darse media vuelta y volver al callejón con los demás mendigos, a calentarse junto a las llamas de la fogata común. Pero algo dentro de sí mismo parecía empujar a Luis hacia aquellas letras iluminadas. A pesar de la profunda oscuridad reinante en la calle desierta, sin farolas,el letrero le atraía como un imán y cuando estuvo a solo unos metros se detuvo para contemplarlo, dudando si era cierto lo que veían sus ojos o era producto del brick de vino medio vacío que sujetaba con una mano.
El cartel decía CASINO-SALA DE JUEGOS, y unos dibujos de cartas, dados y ruletas acompañaban las letras,que intermitentemente se encendían y apagaban.
CASINO....SALA DE JUEGOS...CASINO...y así, una y otra vez, se repetía la misma secuencia,tratando de captar la atención del transeúnte.
La memoria de Luis, no tardó en ponerse a funcionar, y rápidamente se vio sentado en una mesa de ruleta, en otro Casino donde era cliente habitual, elegantemente vestido con un smokin, una camisa blanca recién estrenada, gemelos de oro en los puños, la pajarita se la había quitado hacía un rato, y la había guardado descuidadamente en el bolsillo.
Llevaba el pelo peinado hacia atrás, con gomina, para que no se le moviera ni un pelo de su rebelde flequillo en toda la noche. Era la ultima moda entre los de su clase social, por entonces se llevaba ese estilo Mario Conde.
Cada vez que oía el sonido de la bolita al rodar, su adrenalina se disparaba, se jugaba un montón de fichas, y la suerte le favorecía casi siempre.Cuando cobraba sus ganancias le daba una propina al crupiere, propina que en aquella vida no tenía importancia, pero que ahora a Luis se le antojaba una fortuna. Con las propinas que entonces daba, ahora podría comer varios días, incluso varias semanas.
Cuantos recuerdos se agolparon de repente en su cabeza. Y pensó "Voy a entrar. Si juego un rato, seguro que la suerte se acuerda de mi, y me echa una mano"
Y sin dudarlo más, apuró el vino, echó al suelo el brick y abrió la puerta con decisión.
Llevaba el pelo peinado hacia atrás, con gomina, para que no se le moviera ni un pelo de su rebelde flequillo en toda la noche. Era la ultima moda entre los de su clase social, por entonces se llevaba ese estilo Mario Conde.
Cada vez que oía el sonido de la bolita al rodar, su adrenalina se disparaba, se jugaba un montón de fichas, y la suerte le favorecía casi siempre.Cuando cobraba sus ganancias le daba una propina al crupiere, propina que en aquella vida no tenía importancia, pero que ahora a Luis se le antojaba una fortuna. Con las propinas que entonces daba, ahora podría comer varios días, incluso varias semanas.
Cuantos recuerdos se agolparon de repente en su cabeza. Y pensó "Voy a entrar. Si juego un rato, seguro que la suerte se acuerda de mi, y me echa una mano"
Y sin dudarlo más, apuró el vino, echó al suelo el brick y abrió la puerta con decisión.
Allí dentro todo era lujoso, la decoración muy recargada, habían demasiadas luces, una barra de bar rebosante de botellas,y un camarero sirviendo copas en una bandeja.
Luis empezó a recordar que no hacía tanto tiempo vivió en otro mundo en el que todo eso estaba al alcance de su mano,todos le saludaban con respeto, tenía el mejor coche, un chalet en una zona residencial donde vivía con su mujer y sus hijos que iban al mejor colegio y vestían ropa cara, sirvientas, jardinero, sus partidas en el club de golf...
Mientras recordaba su otra vida tan diferente a la actual, solo le dio tiempo a dar una rápida ojeada, porque inmediatamente dos hombretones, con uniformes de seguridad privada se dirigían hacia él a toda prisa para impedirle que diera un paso más.
¿Me prohiben la entrada? - pensó Luis-, claro, ahora soy un pobre desgraciado que no tiene donde caerse muerto, mis ropas están viejas, sucias, mi barba sin afeitar muchos días y mi pelo sin gomina y tan largo que ahora soy un andrajoso de los que tantas veces critiqué y negué una limosna.
Luis sabía que su aspecto no era el adecuado para un sitio así, en el que la primera condición era ir correctamente vestido y aseado y la segunda tener bien llena la cartera, que allí ya procuraban vaciársela.
Como la ultima vez, aquel fatídico día en que se dejó seducir por la avaricia, no conformándose con una inmensa fortuna acumulada, nada le parecía suficiente, quería más y más.
La suerte harta de sus exigencias le castigó abandonándole y lo perdió todo, su dinero, su coche, su chalet, su familia...
Los dos vigilantes, macizos y musculosos, le cogieron por debajo del brazo, uno a cada lado y le sacaron de allí sin pronunciar ni una palabra. Sobraban las explicaciones.
Se quedaron junto a la puerta mirándole fijamente con desprecio, por si acaso Luis lo volvía a intentar....
Fotografía: Collage, dama de picas. pfp
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