sábado, 19 de diciembre de 2009

Giotto, II



"La fama de Giotto (1267-1337) se difundió por todas partes. Los florentinos estaban orgullosos de él, se interesaban por su vida y referían anécdotas relativas a su ingenio y habilidad. Esto constituyó también una gran novedad, pues antes no oocurría nada parecido. Naturalmente que existieron maestros que gozaron de general estimación y que fueron recomendados de unos monasterios a otros, o de un obispo a otro. Pero, en conjunto, nadie pensaba que fuera necesario conservar los nombres de esos maestros para la posteridad. Eran para las gentes de entonces lo que para nosotros el ebanista o el sastre. Incluso los propios artistas no se hallaban muy interesados en adquirir fama o notoriedad. Por lo general, ni siquiera firmaban sus obras. Ignoramos el nombre de los maestros que realizaron las esculturas de Chartres, Estrasburgo. Sin duda, fueron apreciados en su época, pero su gloria se la confirieron a la catedral para la que trabajaron. En este aspecto, también el pintor Giotto inició un nuevo capítulo en la historia del arte. A partir de enconces, ésta, primero en Italia y después en los demás países, es la historia de los grandes artistas".




Texto: E. H. Gombrich. "Historia del Arte" ed. Debate.


Fotografía: Giotto. El sueño de Joaquín, (detalle). Capilla de los Scrovegni. Padua

4 comentarios:

GLÒRIA dijo...

Es un cuadro precioso que para mí, lega como soy, podría haberse pintado en estos tiempos en que han vuelto, de forma preponderante, los colores de arena y tierra.
El texto de Gombrich es muy interesante. Es cierto que ha habido mucho arte del bueno y hecho de forma anónima.
Un beso de arena y tierra por esta otra lección breve y diáfana.

Barbebleue dijo...

MARAVILLOSO el Giotto!
Para verlo desde el RECLINATORIO de los Scrovegni.

casss dijo...

Siempre es interesante y un gusto pasar por aquí.... hoy paso especialmente a saludarte por la navidad y a decirte que me gustaría pasaras por mi casa.
un besote.

Assur dijo...

Cuenta Vassari que Cimabue topó con Giotto cuando éste tenía tan sólo diez años y estaba cuidando un rebaño de ovejas. Cuál no fue la sorpresa de Cimabue al ver que aquel niño, en una losa plana y con la punta de un guijarro, estaba dibujando una oveja del natural. Cimabue llevó consigo como alumno al pequeño Giotto quien, con el tiempo, incluso ensombrecería a su maestro.

Vasari es taxativo al afirmar que fue a partir de Giotto que la Naturaleza serviría como modelo a la pintura.

Vete a saber, Pilar, cómo habría evolucionado la pintura sin aquel encuentro casual. Es más: vete a saber si existió en realidad aquel casual encuentro entre Cimabue i Giotto. Lo que es seguro es que gracias al detalle de “El sueño de San Joaquin” que se reproduce en la fotografía con la que has ilustrado este “post”, podemos observar que las cabras que aparecen en ella no son meros complementos estàticos del tema central de este fresco sino que, ajenas del todo a lo que ocurre a su alrededor, dichas cabras tienen vida propia y aportan, con su lògica indiferència, la calma con la que el artista ha deseado envolver la escena.