La lampara difundía una luz pacífica y sosegada sobre las cosas esparcidas; la seda relucía, y grandes zonas de sombra subrayaban sus modelados. Me estremecí al ver que algunos relieves estaban erguidos como unos pechos y, repentinamente, tuve la visión clarísima de que ése era el aspecto que presentaban las habitaciones de las personas asesinadas al día siguiente del crimen.
Fotografía y texto: Félix Valloton, La vida asesina (1930)
4 comentarios:
No conocía el texto ni el autor ni su pintura. Me ha parecido todo, junto y separado, un ejercicio de inquietudes y misterios que, no sé porqué, no se me van a desvelar.
Hoy, como tantas otras veces en tu blog,Pilar, recibo sensaciones.
Sigue embrujándonos!
!Qué desasosiego Pilar! Pero no se puede ignorar lo que crea esa inquietud, en cualquier caso, incita al ejercico de ser objetivo y no dejarse avasallar por lo que intenta o creémos que intenta transmitir... Sigue, sigue.
Turgente relato, Pilar, a la vez que hermoso e inquietante.
se respita un clima denso, inquietante, y uno camina por estas palabras en puntitas de pie, muy despacio, para no alterar la escena del crimen.... un beso Pilar.
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