El Kintsugi es una técnica centenaria de Japón que consiste en reparar las piezas de cerámica rotas con barniz de resina, espolvoreado o mezclado con polvo de oro, plata, o platino y que ha acabado convirtiéndose en una filosofía de vida. El proceso del secado es un factor determinante. La resina tarda semanas, a veces meses en endurecerse. Es lo que garantiza su cohesión y durabilidad.
El Kintsugi plantea que las roturas y reparaciones forman parte de la historia de un objeto, y deben mostrarse en lugar de ocultarse, incorporarse y además hacerlo embelleciendo el objeto, poniendo de manifiesto su transformación e historia.
La filosofía vinculada al Kintsugi se puede extrapolar a nuestra vida actual. A lo largo del tiempo conocemos fracasos, desengaños y pérdidas que intentamos esconder; sin embargo, es nuestra naturaleza frágil, la que nos hace más humanos y auténticos.
Somos vulnerables física y psíquicamente y cuando las adversidades nos superan, nos sentimos rotos; es a veces el azar el que nos lleva al punto de ruptura, otras, somos nosotros mismos, con nuestras elevadas expectativas no cumplidas.
No hay recomposición ni resurgimiento sin paciencia. Entre los cultivadores de la paciencia,Kafka ocupa un lugar privilegiado. Para él la capacidad de saber sufrir y de tolerar infortunios era la clave para afrontar cualquier situación.La receta para vivir, del autor de El proceso es sencilla, pero no por ello menos difícil:
"Tenemos que absorberlo todo pacientemente en nuestro interior y crecer".
Fuente del texto: El País. Marta Rebón.
Ilustración: Diego Mir
4 comentarios:
Vivir es un incierto y constante paso de recomposición. A determinadas edades avanzadas recomponerse no es un mero ejercicio instintivo y reflejo, como sucedía en edades más tempranas, sino que puede exigir un esfuerzo añadido, una atención especial que requiere desde fuera ayudas y comprensiones. Nuestra mente debe adaptarse siempre a lo inesperado, asumir las novedades, vernos cara a cara con la materia de la que estamos hechos y que ha estado en permanente dinámica. Ningún complejo ante las roturas o goteras que nos depare el cuerpo.
bravo, Fackel, así debe ser!
Siempre encuentras la ilustración y el texto adecuados. Yo pienso en Job, mi primer referente de paciencia y reignación. Las palabras de kafka son sabias como él, mi querido escritor enfermito que, de sobrevivir, habría ido directamente al gas.
Podría hablar muchos de cicatrices, ya lo sabes. Ellas somos nosotras.
Un beso que late.
gracias, Gloria, un abrazo grande
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