viernes, 27 de enero de 2017

sylvia, siempre





La señorita Drake se dispone a cenar.

Como ya es ducha
en esos elaborados rituales
que atenúan la malicia 
de la mesa nudosa y la silla curva,
la recién llegada
viste de púrpura, anda con cuidado
entre sus secretas combinaciones de cáscaras de huevo
y frágiles colibríes,
camina de puntillas, pálida como un ratón,
entre las rosas damascenas 
que, poco a poco, van abriendo sus pétalos velludos
para devorarla y arrastrarla al interior
del diseño de la alfombra.

Con su vivaz mirada de pájaro alzada de reojo
puede ver en la mella del tiempo
las peligrosas espinas que brotan en las tablillas del parqué
y desbaratar su zarzaleño plan;
cruzando el aire lleno de emboscadas,
cegador a causa de los deslumbrantes pedazos
de cristales rotos,
avanza despacio, con aliento cauto,
sorteando puntas y colmillos,
hasta que poniéndose de costado,
levanta un pie palmeado tras otro
en el ambiente calmoso, sofocante,
del comedor de los pacientes.

Sylvia Plath



Imagen: Water Flowers. Alfombra de Joseph Carini inspirada en los trabajos de Yuki Hayama. 


2 comentarios:

Unknown dijo...

Sylvia autocondenada al sufrimiento y a morir de amor y por amor. Su poesía destila una extraña y enfermiza amargura. Pensar en su suicidio me sobrecoge.

pfp dijo...

por amor y desamor... Luchó hasta donde pudo...

un abrazo, querida Gloria.