sábado, 15 de marzo de 2014

Juan Ramón Gimenez


Orden de trabajo diario:
Levantarme a las 9.
Desayuno, baño, arreglo mental y de casa, paseo; hasta las ll.
Trabajo en mi obra propia; hasta las 2 y ½.
Comida, descanso breve, periódicos del día y atrasados (de 6 a 8); hasta las 5.
De 5 a 7: un día, traducción y su imprenta; otro, envío de libros y arreglo biblioteca.
Paseo a las 7 y ½ (Retiro, visitas, librerías, calles, etc.)
Cena a las 9 y ½. Idiomas y lectura; hasta las 12.
Los jueves por la tarde, después de los periódicos, paquetes a mi madre y hermano.
Los domingos: por la mañana, cartas; por la tarde, cartas a mi madre y hermano

Putas
Mis amigos solían ir en Huelva, en Sevilla, en Madrid, a las casas de putas. La vida de Sevilla tenía en su diario ese nocturno. Yo no sentía la menor emoción por aquellas muchachas más o menos jóvenes, rubias o morenas, que me besaban y me preguntaban cuándo iría a verlas. Porque yo estaba fascinado por unos ojos verdes de la hermana de un amigo, el brazo mate de la tiple italiana, la ecuyere del circo. Todo lo imposible o lo improbable.
Caí algunas veces por no ser menos ante ellas y ello, ante ellos con ellas y ellas con ellos. Yo pensaba y creía que todas aquellas muchachas tenían una sensibilidad secreta que nadie había tocado.
Y si, por acompañar a mis amigos, iba, buscaba la muchacha más triste, más delicada y hablaba con ella de su casa, de su pueblo, de su vida. Algunas me dieron, en la sombra, un beso amigo, cariñoso, desinteresado.
(…) Lo escabroso (y ciertos amores) aún anteriores a 1916, lo escribiré pero no lo publicaré ahora sino póstumamente. Respeto a Zenobia.

El místico y los pícaros
Yo no iba a casas de putas, no decía “carajo”, “coño”, palabras gordas, como dicen los “hombres”, no andaba “necesariamente”, con toreros ni cupletistas.
En vista de esto yo estorbaba a los pícaros, yo era, decían, un místico, y decidieron que ellos eran los “hombres” y yo una señorita, una niña, Miss Poesía, etc. Y para ponerse ellos en su sitio, lo intentaron todo, caricatura soez, copla baja, para echarme abajo lo mío.
Les di ejemplo de dignidad y se reían. Por eso Salinas, Guillén, (Lorca), Alberti y —¡ay!— Bergamín se volvieron y volvieron a los otros contra mí.
Los más hipócritas de ellos decidieron que yo era un puritano, peor todavía que un místico. La cuestión era, como en el nazismo, justificar su conveniencia; y decidieron que la picaresca era más española. Y todos juntos ya, se pasaron, lugar de su vocación y su destino, a la picaresca.
Ellos querían vitorear. En realidad estaban haciendo conmigo una farsa de solución. Yo representaba “el espíritu”, decían, y claro, conmigo no se podía contar para “ciertas cosas” con que ellos necesitaban contar y recontar.

El martirio de escribir
30 años de mis 45 los he pasado en el martirio de escribir, con la voluptuosa exactitud que en cada edad me ha exijido mi más o menos activa conciencia, mis sentimientos, fantasías y pensamientos —como si no hubiera sido bastante y más, para mí, el egoísmo de poseerlos plenamente, y como si la poesía escrita le importase a alguien.

La vida. Vivir
Es frecuente que los que escriben sobre mí, digo, contra mí, me echen en cara que no he vivido. Recuerdo las líneas de Stendhal en Roma: “Un día hermoso he visto la puesta de sol desde San Pedro”, etc. Pues cosas así son las que yo hago a diario: amo a una mujer, salgo a la naturaleza, campo, mar, jardín, plaza, ando por las calles, leo, veo pinturas, oigo música, viajo lo que puedo y sé que puedo estar solo cuando quiero. No voy a cafés, toros o prostitutas no por (…), sino porque no me gustan. Si X prefiere el café a la música, yo prefiero el (…) a la casa de putas. ¿Esa es la vida?
Se dice que X ha vivido. Conozco su vida. Se levanta, no se lava, desayuna, se va a dar un paseo camino de su clase, se va al café (tres horas), una puta, cenar y dormir, no se lava.
Estoy contento del trabajo de mi vida
Estoy contento del trabajo de mi vida y creo que, al fin, conmigo, tiene España un poeta completo que puede unir a los universales. A ver, ahora, cuántos siglos pasarán antes de que venga otro español a ponerse a mi lado. Esto no es orgullo. Es gozo. No soy yo quien me jacto por mí; sino yo que he castigado, sacrificado, exaltado, al otro yo que ha realizado tal obra.
Y, ahora, muerte, ven por mis huesos. Ahora, siglos, venid contra mi Poesía.

Juan Ramón JImenez

Fotografía: Ex-amor, poema manuscrito de Juan Ramón JImenez


5 comentarios:

virgi dijo...

De la mayoría de esas cosas no tenía ni idea, Pilar, qué bien que hayas hecho este extracto. Afortunadamente, los Grandes no se ocupan de lo que digan los demás.
Un beso

pfp dijo...

querida Virgi, http://cultura.elpais.com/cultura/2014/03/14/actualidad/1394801088_327470.html
te dejo el link por si te interesa leer algún articulo más, (Babelia del ultimo sábado, El País)

un abrazo

Barbebleue dijo...

higiene mental,
poesía pura,
un día,
todos los días...

besos de agua.

pfp dijo...

besos y poesía, barbazul!

virgi dijo...

Tenía ese suplemento, pero no lo ahbía ni visto.
Gracias, Pilar, un beso