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Scroogee cumplió con creces su palabra. Hizo cuanto había dicho y muchísimo más. Hasta el punto de que fue como un segundo padre para el pequeño Tim, que no murió. Se convirtió en el mejor amigo, el mejor jefe y la mejor persona que hubiera no solo en aquella antigua ciudad, sino en cualquiera otros vetustos pueblos, ciudades o aldeas de nuestro querido viejo mundo. Hubo quien bromeó al observar un cambio tan profundo, pero él dejaba que se riesen y no les hacía caso. Porque había llegado a ser lo bastante prudente como para saber que nada bueno ha ocurrido en este mundo que, al principio no haya suscitado un alud de chirigotas y, como sabía, en cualquier caso que esas personas estaban
ciegas, pensó que lo mismo les daba entornar los ojos que padecer tal enfermedad en la más grave de sus manifestaciones. Él se sentía con el corazón alegre y eso le bastaba.
Nunca volvió hace tratos con espíritus, pero desde entonces siempre vivió según un principio de absoluta templanza y siempre se comento que, si había alguien que supiese celebrar la Navidad, ése era él. ¡Ojalá pueda decirse de verdad lo mismo de nosotros, de todos nosotros! Y como dejó dicho el pequeño Tim, ¡Que Dios nos bendiga a todos!
Charles Dickens.
CUENTOS DE NAVIDAD
FELIZ NAVIDAD 2023
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