Inventando otra vida.
Adosada a la ventana de su habitación tiene la mesa abarrotada de
libros, mapas, y guias turísticas; después de vagar sin rumbo unos meses,
optó por seguir una ruta segura, la de Marco Polo; Venecia, Constantinopla,
Trebisonda, Tabriz, Ormuz, Kashgar, Ganzho, Pekin. Desde allí, como él,
navegaría hacia el Sur, y atravesando el estrecho de Malaca y el Golfo de
Bengala llegaría a la India y quedarse allí para siempre...
Ya han pasado dos
años desde aquella terrible noche en que le despertaron para comunicarle la trágica
muerte de su hijo, una muerte barata y estúpida, el precio robado de una cámara
de fotos; lo encontraron muerto, tirado en una cuneta pocos km
antes de una de esas ciudades perdidas del mundo que a él
le apasionaba fotografiar.
Entre viaje y viaje, tardaban mucho en verlo. Se habían acostumbrado a sus prolongadas ausencias, pero sus cartas llegaban regularmente, prolijas en detalles y anécdotas, acompañadas de postales y fotos que siempre dirigía a su abuela.
La absurda realidad de su muerte, alimentó en su padre la idea de un error, de una pesadilla, y que algún día apareciera de nuevo. Mientras llegó su última carta, carta póstuma, dirigida como siempre a su abuela, a la que habían sido incapaces de comunicarle la muerte del nieto.
Con la ayuda del ordenador y del Libro de las Maravillas de Marco Polo, su padre continuó sus viajes, la vida de su hijo trotando cámara al hombro por esos mundos, viviendo sus viajes apasionadamente y enviándole regularmente a la abuela cartas llenas de anécdotas, paisajes y gentes de su incesante trotar.
Dos años ya, viajando con su hijo, en su espíritu, en su recuerdo...
Entre viaje y viaje, tardaban mucho en verlo. Se habían acostumbrado a sus prolongadas ausencias, pero sus cartas llegaban regularmente, prolijas en detalles y anécdotas, acompañadas de postales y fotos que siempre dirigía a su abuela.
La absurda realidad de su muerte, alimentó en su padre la idea de un error, de una pesadilla, y que algún día apareciera de nuevo. Mientras llegó su última carta, carta póstuma, dirigida como siempre a su abuela, a la que habían sido incapaces de comunicarle la muerte del nieto.
Con la ayuda del ordenador y del Libro de las Maravillas de Marco Polo, su padre continuó sus viajes, la vida de su hijo trotando cámara al hombro por esos mundos, viviendo sus viajes apasionadamente y enviándole regularmente a la abuela cartas llenas de anécdotas, paisajes y gentes de su incesante trotar.
Dos años ya, viajando con su hijo, en su espíritu, en su recuerdo...
pfp
Fotografía: obra de Jannis Kounellis
http://www.inmaterial.com/jjimenez/Kounellis.htm