La villa se alzaba en la cima de una colina. La terraza de la fachada disfrutaba de una magnífica vista de Florencia; en la parte de atrás había un viejo jardín con pocas flores, pero con unos árboles espléndidos, setos de boj recortados, caminos de césped y una gruta artificial donde desde un cuerno de la abundancia caía el agua en cascada con una sonoridad fresca y cristalina. La casa había sido edificada en el siglo XVI por un noble florentino, pero sus arruinados descendientes la habían vendido a unos ingleses que, a su vez, la habían alquilado por una temporada a Mary Panton. A pesar de que las habitaciones eran espaciosas y los techos altos, el interior no era excesivamente grande, y la inquilina tenía suficiente con tres criados que le habían facilitado los propietarios. Provista de un mobiliario tan escaso como antiguo y elegante, la casa tenía cierto carácter, como el de no contar con calefacción central, a finales de marzo la nueva inquilina encontró la casa muy fría, pero sus propietarios, los Leonard, habían hecho cuartos de baño y en general era confortable. En aquel mes de junio, cuando se quedaba en casa, Mary pasaba la mayor parte del día en la terraza, desde donde podía ver las cúpulas y las torres de Florencia, o en el jardín de atrás.
Una Villa en Florencia
William Somerset Maugham
Imagen: Capilla de los esposos. Andrea Mantegna. Mantua, Palacio Ducal.