La enfermedad le obligó a reducir drásticamente el formato de sus cuadros a partir de 1934, cuando comienza una una nueva serie limitada a lo esencial: las Meditaciones. Hasta 1937 pintó casi setecientos rostros, con el pincel atado a sus agarrotadas manos, sufriendo lo indecible, pero con una necesidad desesperad de expresarse.
En 1933 dice en una carta a su mecenas y galerista Hann Bekker vom Rath: "Fisicamente soy puro dolor, pero espiritualmente me siento libre y vivo y amo el arte". En sus cartas no hay una sola mención o acusación contra el odiado régimen nacionalsocialista -que lo incluyó en la lista de pintores degenerados, prohibiéndole exponer o vender su obra-. Se limitó el artista a hablar de su dolor físico y de su inmensa necesidad de espiritualidad de infinito: "El arte es ansia de Dios"-. Murió en 1941 afectado de una parálisis total, aunque lúcido de mente a la edad de setenta y siete años.
Fuente del texto: Angélica Jawlensky. FMR, edición española 3/1991
Imagen: Fuga en rojo y azul, óleo sobre papel tela, Alexej Jawlensky
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