"Le vi por primera vez en Madrid, a donde había ido yo con mi padre, por negocios suyos y también por salir de Toledo. Dominico andaba entonces por los treinta y seis y venía de Venecia. Recuerdo que mi padre y yo abandonábamos la Capilla del Obispo, muy de mañana, como todos los días, y que de repente Dominico apareció junto a la pila de piedra, vestido del negro más negro, sobre el pecho abierta la mano, como después se pintó , y que me tendió esa mano fina y fuerte cuyos dedos se humedecían con el agua santa. Vacilé antes de aceptar, inquieta por lo desusado de la actitud, pues procedía de un intruso, de uno a quien jamás había visto, y que solo rocé su diestra cuando mi padre, con un parpadeo, me ordenó que lo hiciera. Brillaban en la sombra los dilatados ojos oscuros de Dominico y el resto fantasmal se desvanecía, como si únicamente aquel encendido esmalte de ojos y aquel pulcro, frío marfil de mano, lo formasen. Retrocedió en la tiniebla en el olor del incienso, pero sus pupilas siguieron alumbrándola.
Luego me dijo mi padre que le había conocido al pasar y que era un pintor griego. Venía de Venecia, portador de cartas laudatorias del Cardenal Farnesio y de Tiziano. La tarde entera y la entera noche, su imagen no se apartó de mí. Me rondaban su mano y sus ojos: una mariposa blanca y dos negras revoloteando por los aposentos y deteniéndose de súbito su vibración. Aunque hubiese querido, no hubiera podido olvidarlo: ahí estaba, para recordármelo, mi padre, quien me hablaba de su mérito, de la nombradía que en Venecia gozara y de que el propio Rey Felipe la había encargado unas obras en San Lorenzo del Escorial. Cuando mi padre citaba a Venecia, se diría que paladeaba una fruta. Arrastraba las palabras, como si fuesen terciopelos; las hacía tintinear como vidrios (no obstante que no había salido de España y que sabía de Venecia por amigos mercaderes), y detrás del forastero yo distinguía una claridad de lagunas y palacios. Quizás porque no lo había conseguido, pese a lo mucho que lo cortejó, mi padre reverenciaba al éxito. Vivía las horas que no dedicaba a sus negocios -siempre infructuosos, siempre confusos- en la cercanía de personas pudientes o triunfales, como si esperase adquirir algo de ese poderío y de ese triunfo por vías de contagio. Ni era, en verdad, un explotador, ni un lisonjero interesado: reverenciaba al éxito y sentía la urgencia de respirar su atmósfera. Más tarde (mi juventud inexperta me impedía advertirlo a la sazón) comprendí que si se había desgarrado de Toledo y se había afincado en Madrid, ello se debía a ciertos desaires que sufrió por parte de los opulentos de su ciudad natal, hartos de su obsecuencia excesiva. Empero el descalabro no le sirvió de lección, y en Madrid reanudó, en torno de nuevos ejes, su política obsequiosa. Deseaba, uniendo las aspiraciones propias de un buen padre a las de un tenaz pretendiente a encaramarse al carro de la Fortuna esquiva, que yo, su hija sola, contrajese un matrimonio que satisfaría ambas formas de la ambición, y no cesaba de acicalarme y exhibirme, gastando en ello sus flaquísimos recursos y llevándome de acá para allá..."
Texto: Manuel Mujica Lainez, (1910-1984), uno de los escritores argentinos más prolíficos, ubicado por la crítica junto a Borges entre otros.
-continuará-
Fotografía:Vista de Toledo, obra del Greco
domingo, 24 de julio de 2011
martes, 19 de julio de 2011
los colores y Borges
SEÑORAS, SEÑORES:
En el decurso de mis muchas, de mis demasiadas conferencias, he observado que se prefiere lo personal a lo general, lo concreto a lo abstracto. Por consiguiente, empezaré refiriéndome a mi modesta ceguera personal. Modesta, en primer término, porque es ceguera total de un ojo, parcial del otro. Todavía puedo descifrar algunos colores, todavía puedo descifrar el verde y el azul. Hay un color que no me ha sido infiel, el color amarillo. Recuerdo que de chico (si mi hermana está aquí lo recordará también) me demoraba ante unas jaulas del jardín zoológico de Palermo y eran precisamente la jaula del tigre y la del leopardo. Me demoraba ante el oro y el negro del tigre; aún ahora, el amarillo sigue acompañándome. He escrito un poema que se titula "El oro de los tigres" en que me refiero a esa amistad.
Quiero pasar a un hecho que suele ignorarse y que no sé si es de aplicación general. La gente se imagina al ciego encerrado en un mundo negro. Hay un verso de Shakespeare que justificaría esa opinión: "Looking on darkness, wich the blind to do see"; "mirando la oscuridad que ven los ciegos". Si entendemos negrura por oscuridad, el verso de Shakespeare es falso.
Uno de los colores que los ciegos (o en todo caso este ciego) extrañan es el negro; otro, el rojo. "Le rouge et le noir" son los colores que nos faltan. A mí, que tenía la costumbre de dormir en plena oscuridad, me molestó durante mucho tiempo tener que dormir en este mundo de neblina, de neblina verdosa o azulada y vagamente luminosa que es el mundo del ciego. Hubiera querido reclinarme en la oscuridad, apoyarme en la oscuridad. Al rojo lo veo como un vago marrón. El mundo del ciego no es la noche que la gente supone. En todo caso estoy hablando en mi nombre y en nombre de mi padre y de mi abuela, que murieron ciegos; ciegos, sonrientes y valerosos, como yo también espero morir. Se heredan muchas cosas (la ceguera, por ejemplo), pero no se hereda el valor. Sé que fueron valientes.
El ciego vive en un mundo bastante incómodo, un mundo indefinido, del cual emerge algún color: para mí, todavía el amarillo, todavía el azul (salvo que el azul puede ser verde), todavía el verde (salvo que el verde puede ser azul). El blanco ha desaparecido o se confunde con el gris. En cuanto al rojo, ha desaparecido del todo, pero espero alguna vez (estoy siguiendo un tratamiento) mejorar y poder ver ese gran color, ese color que resplandece en la poesía y que tiene tan lindos nombres en muchos idiomas. Pensemos en scharlach, en alemán, en scarlet, en inglés, escarlata en español, écarlate, en francés. Palabras que parecen dignas de ese gran color. En cambio, "amarillo" suena débil en español; yellow en inglés, que se parece tanto a amarillo; creo que en español antiguo era amariello.
Yo vivo en ese mundo de colores y quiero contar, ante todo, que si he hablado de mi modesta ceguera personal, lo hice porque no es esa ceguera perfecta en que piensa la gente; y en segundo lugar porque se trata de mí. Mi caso no es especialmente dramático. Es dramático el caso de aquellos que pierden bruscamente la vista: se trata de una fulminación, de un eclipse; pero en el caso mío, ese lento crepúsculo empezó (esa lenta pérdida de la vista) cuando empecé a ver. Se ha extendido desde 1899 sin momentos dramáticos, un lento crepúsculo que duró más de medio siglo.
Texto, "La ceguera" , Jorge Luis Borges
Fotografía: La alegría de vivir, obra de Henri Matisse
martes, 12 de julio de 2011
azul y verde
el verde y el azul de la naturaleza, a menudo nos acercan a la felicidad
Fotografía: La danza, obra de Henri Matisse 1909
lunes, 4 de julio de 2011
colores de verano
Alegres y vivos colores de verano, en cualquier camino, a las afueras de la ciudad...
Fotografía: obra de Hermenegildo Anglada Camarasa pintor catalán, nace en Barcelona 11 de septiembre de 1871. Su pintura se inicia en el paisaje, y evoluciona desde el verdeante paisajismo a un acusado colorido de la vida nocturna parisina, donde estableció su estudio a principios del siglo XX. Anglada Camarasa es todavía un representante de la Belle Époque; sin embargo, supo acompañar la evolución del arte durante la primera mitad del siglo XX aproximándose moderadamente a las vanguardias. Al estallar la Primera Guerra Mundial, fija su residencia en Mallorca, y durante la Guerra Civil Española prácticamente se refugia en el Monasterio de Santa María de Montserrat. Entre 1939 y 1947 estuvo exiliado en Francia, regresando después a Mallorca. Su epoca mallorquina (1914 - 1936). Se centra en los paisajes de Mallorca, alejando de sus lienzos la figura humana, también dedica una serie a los peces y fondos del mar, representados con vivos colores y brillos. En su época de exilio (1936 - 1947), se dedica fundamentalente a pintar bodegones de flores, y de regreso a Mallorca, vuelve a la temática. paisajística. Muere en Puerto de Pollensa el 7 de julio de 1959.
martes, 28 de junio de 2011
negro hormiga, Grecia

Grecia y su actual talón de Aquiles, la Economía. Negro muy negro.
Fotografía: Escena parcial que consagra a Exequias, pintor y ceramista ateniense del siglo VI a.C, como el artista de vasos más importante e influyente entre los que cultivaron la técnica de figuras negras. Las dos figuras aparecen dibujadas con elevada precisión en una disposición elegante y equilibrada, en ella aparecen Aquiles y Áyax jugando a los dados.
De las nueve obras que se sabe fueron pintadas por Exequias, ésta es la más destacable y relevante, donde sobresale su estilo más personal basado en la estilización, la plasticidad y el cromatismo de la composición. Aparte del virtuosismo en la reproducción de los detalles, resulta admirable la veracidad de la escena, sobre todo, por la manifestación de la tensión interior de los personajes al debatir los lances de las tiradas.
La técnica de figuras negras partía de un esquematismo que progresivamente experimentaría una transformación hasta el desarrollo de los modos más libres y naturalistas de la técnica de figuras rojas. Esta, y otras obras, muestran como los vasos griegos no eran simples creaciones utilitarias, sino que a menudo eran verdaderas obras de arte. La cerámica griega no sobresalió únicamente por la riqueza y variedad de sus elementos decorativos sino también por la diversidad formal de los recipientes y por la complejidad estructural de algunos de ellos, cada vaso tenía sus funciones específicas y a ellas se adaptaba su configuración.
Procedente de Vulci, esta ánfora realizada con terracota hacia el 550-530 a.C, se guarda en el Museo del Vaticano, en Roma.
viernes, 24 de junio de 2011
rojo

Él, eligió el rojo, el color de las cerezas en verano...
Fotografía: obra del artista Esteban Vicente, Turégano Segovia 1903- Long Island 2001. En 1921 comienza a estudiar en la Escuela de BB.AA. de San Fernando en Madrid, donde se relacionará durante esa etapa con miembros de la Residencia de Estudiantes, como García Lorca, Alberti, Buñuel, Juan R. Jiménez, etc.
En esta etapa su obra se enmarca dentro de lo que se denominaba “pintores poetas”, ya que constituían un contrapunto plástico a la poesía de los que acabarán formando la “Generación del 27”. En 1929 marcha a París, donde coincidirá con artistas de la talla de Picasso, Dufy o Marx Ernst.
En 1936, tras un pequeño período trabajando para la República, y casado con una estadounidense marcha a Nueva York, nacionalizándose americano en 1940.
Allí entabla relación con artistas como Rothko, De Kooning, Pollock, Kline y Newman, así como con críticos como Harold Rosenberg, con los que le llega a unir gran amistad. Después de una crisis creativa, su obra desemboca en el Expresionismo abstracto. Gracias a este nuevo rumbo artístico consolida un estilo muy personal e inconfundible, a base de armonías cromáticas vibrantes sobre estructuras vagamente geométricas, sencillas y equilibradas, evitando las formas, incluso las líneas, eliminando el dibujo para concentrarse en la pintura.
La singularidad de Esteban Vicente en el Expresionismo abstracto americano se da fundamentalmente en sus collages, técnica que empieza a utilizar a comienzos de los años 50 y aunque reconocido como un pintor excelente, sus collages alcanzan el rango de excepcionales.
En esta etapa su obra se enmarca dentro de lo que se denominaba “pintores poetas”, ya que constituían un contrapunto plástico a la poesía de los que acabarán formando la “Generación del 27”. En 1929 marcha a París, donde coincidirá con artistas de la talla de Picasso, Dufy o Marx Ernst.
En 1936, tras un pequeño período trabajando para la República, y casado con una estadounidense marcha a Nueva York, nacionalizándose americano en 1940.
Allí entabla relación con artistas como Rothko, De Kooning, Pollock, Kline y Newman, así como con críticos como Harold Rosenberg, con los que le llega a unir gran amistad. Después de una crisis creativa, su obra desemboca en el Expresionismo abstracto. Gracias a este nuevo rumbo artístico consolida un estilo muy personal e inconfundible, a base de armonías cromáticas vibrantes sobre estructuras vagamente geométricas, sencillas y equilibradas, evitando las formas, incluso las líneas, eliminando el dibujo para concentrarse en la pintura.
La singularidad de Esteban Vicente en el Expresionismo abstracto americano se da fundamentalmente en sus collages, técnica que empieza a utilizar a comienzos de los años 50 y aunque reconocido como un pintor excelente, sus collages alcanzan el rango de excepcionales.
Fue seleccionado para formar parte de las exposiciones más significativas del periodo, lo que hizo que se ganara un nombre dentro de la Primera Generación del Expresionismo Abstracto Norteamericano, al tiempo que desarrolló una importante labor pedagógica en las universidades más prestigiosas de EE.UU.
En 1986 viajó a España, donde su obra era casi desconocida, hasta que en 1987, se realiza una muestra antológica de su obra: “Esteban Vicente, pinturas y collages 1925-1985”. En 1990 se le concedió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. En 1997 se celebró una retrospectiva en el Museo Reina Sofía y en 1998 se inauguró el Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente en Segovia.
En 1986 viajó a España, donde su obra era casi desconocida, hasta que en 1987, se realiza una muestra antológica de su obra: “Esteban Vicente, pinturas y collages 1925-1985”. En 1990 se le concedió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. En 1997 se celebró una retrospectiva en el Museo Reina Sofía y en 1998 se inauguró el Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente en Segovia.
domingo, 19 de junio de 2011
Jean Dubuffet, un artista indignado

La ocupación nazi de París en 1940 culminó un periodo de terribles certezas e incertidumbres, que tuvo nefastas consecuencias también para el mundo del arte europeo, tal como se puso de manifiesto en el cierre de muchos museos y galerias y en el exilio hacia América de la mayoría de los artistas más siginificativos de preguerra, fuesen abstractos, constructivistas o surrealistas, la mayoría de ellos calificados por el régimen nazi de degenerados. Pero el abandono no fue total y el propio sistema pronto generó respuestas a la dramática situación. Al cese de las hostilidades bélicas se sucedió una progresiva normalización cultural que permitió una recuperación paulatina del ambiente artístico, que forzosamente se vió sometido a grandes cambios después de sufrir el gran trauma de la guerra.
Fotografía: obra de Jean Dubuffet Le Havre 1901- Paris 1985, pionero en investigar las posibilidades expresivas de la materia en su forma bruta, defendió una forma de arte expontánea y brutal, acuñó el término Art brut para definir un arte antidecorativo que no solo atentaba contra el buen gusto burgués sino también contra el refinamiento en el que habían caído las vanguardias, una reacción además a las rigideces de la abastracción geométrica y a la noción tradicional de belleza y contra el artísta -al que acusaba de haberse instalado en la concha del arte-.
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