miércoles, 17 de marzo de 2010
breve paréntesis
lunes, 15 de marzo de 2010
3º Concurso pequeño formato. Relato nº3
El cartel decía CASINO-SALA DE JUEGOS, y unos dibujos de cartas, dados y ruletas acompañaban las letras,que intermitentemente se encendían y apagaban.
CASINO....SALA DE JUEGOS...CASINO...y así, una y otra vez, se repetía la misma secuencia,tratando de captar la atención del transeúnte.
Llevaba el pelo peinado hacia atrás, con gomina, para que no se le moviera ni un pelo de su rebelde flequillo en toda la noche. Era la ultima moda entre los de su clase social, por entonces se llevaba ese estilo Mario Conde.
Cada vez que oía el sonido de la bolita al rodar, su adrenalina se disparaba, se jugaba un montón de fichas, y la suerte le favorecía casi siempre.Cuando cobraba sus ganancias le daba una propina al crupiere, propina que en aquella vida no tenía importancia, pero que ahora a Luis se le antojaba una fortuna. Con las propinas que entonces daba, ahora podría comer varios días, incluso varias semanas.
Cuantos recuerdos se agolparon de repente en su cabeza. Y pensó "Voy a entrar. Si juego un rato, seguro que la suerte se acuerda de mi, y me echa una mano"
Y sin dudarlo más, apuró el vino, echó al suelo el brick y abrió la puerta con decisión.
Allí dentro todo era lujoso, la decoración muy recargada, habían demasiadas luces, una barra de bar rebosante de botellas,y un camarero sirviendo copas en una bandeja.
Los dos vigilantes, macizos y musculosos, le cogieron por debajo del brazo, uno a cada lado y le sacaron de allí sin pronunciar ni una palabra. Sobraban las explicaciones.
viernes, 12 de marzo de 2010
¿ella no cena?
miércoles, 10 de marzo de 2010
3º Concurso pequeño formato. Relato nº2
Se conocieron en Baltimore, en una feria nacional de telefonía, pero el gran descubrimiento para ellos dos, no fueron las últimas tecnologías del mercado sino, ese mecanismo interno a partir del cual se recoge y procesa una sensación recíproca que además no sólo fue positiva, sino óptima.
Al final de la feria el uno marchó a Boston donde vivía con su esposa e hijo y el otro volvió a Los Ángeles, California, donde vivía también con mujer y tres hijos. Ambos ya, en la cuarentena de sus vidas, esa edad donde muchas parejas se dan de frente con la dura realidad, con el aburrimiento, el cansancio, con una vida frustrada por lo cotidiano, con las ilusiones prendidas por alfileres en una maraña sin posibilidad de arreglo, esa franja vital decididamente decadente, cuesta abajo…
En la historia de la Evolución Humana, el desarrollo de la capacidad de ver, de recoger y procesar información detallada a distancia, fue uno de los logros más asombrosos, además de ese instinto para navegar, de esa habilidad que compartimos los humanos con las aves migratorias, o con la capacidad orientativa de algunos insectos que utilizan el sol, como punto de referencia, eso fue lo que hizo que Boston y Los Ángeles se encontraran el uno al otro.
La adaptación de ambos a este nuevo fenómeno acaecido en sus vidas, no fue ni sencilla ni predecible. Durante un par de años se escribieron regularmente, cada vez con mayor frecuencia y ansiedad, interesados, asombrados, finalmente enamorados el uno del otro. Poco a poco compartieron trabajo, familia, confidencias, intimidad, todo a larga distancia. Entre ellos dos se tendió un hilo, una cuerda firme, donde asirse en los momentos de dudas, tristezas, desánimos, y la distancia hizo que aumentara enormemente la calidad y comunicación entre ellos. Ninguno de los dos hubiera pensado un tiempo antes que sus sentimientos evolucionarían en paralelo a los kilómetros y dificultades que les separaban… los dos pensaron que eran seres primitivos que evolucionaban hacia otro código más complejo, más elaborado, más completo que el genético, adquirido por el simple hecho de nacer.
Boston, más sensato frenó a Los Ángeles cuando este, comenzó a inquietarse a no encontrar sentido a un mundo en el que no había lugar para los dos, para los dos juntos, claro. Decidieron volver a verse. Al cabo de más de dos años de su primer encuentro, pudieron concertar una cita, media mañana en un aeropuerto intermedio… Primero fue un abrazo discreto, luego una conversación larga, profunda, más tarde un café, después un sorbo de agua... cinco horas cerca el uno del otro, sin a penas rozarse, mirándose a la profundidad de los ojos el uno del otro… Finalmente el reloj marcó la hora del vuelo a Boston, con minutos de diferencia despegaba también el vuelo de Los Ángeles... debían despedirse rápidamente y se despidieron. Un apretón de manos, un fuerte abrazo, un discreto y suave roce de labios.
La vida, se adapta al tiempo y al espacio, todos los componentes del sistema solar se mueven periódicamente, rotan sobre su eje, giran en órbitas, o casi siempre hacen ambas cosas: el día sigue a la noche, la luna reinicia incesante su ritmo mensual, las estaciones repiten sus ciclos, pleamar y bajamar se repiten también sin cesar, y la adaptación a estos patrones es básicamente la misma para todas las formas de vida.
Boston y Los Ángeles, regresaron a sus respectivos hogares. Boston sucumbió a la rueda implacable de una restructuración empresarial y reconvirtió su trabajo en un pequeño negocio de telefonía móvil. Los Ángeles también dio un vuelco en su vida profesional tentado, a los encantos de un trabajo administrativo en unos estudios cinematográficos de Hollywood. De manera irregular e impredecible, sus correos se espaciaron paulatinamente hasta convertirse en pequeños espacios navideños y muy poco más… nunca volvieron a verse.
Fotografía: 35 x 50 cm. yo Boston, tú California. Tinta sobre papel. pfp
domingo, 7 de marzo de 2010
3º Concurso pequeño formato. Relato nº1
¡Qué nueva luz será ésta¡
Fue pura coincidencia que el mismo día de nuestro traslado a Arturo Soria, Melenita y Pechos, se viniesen a vivir justo enfrente de nosotros, al otro lado de la vereda que separa nuestros edificios y a la misma altura, de forma que podíamos observar fácilmente el trajín de las mudanzas desde las respectivas ventanas en tan simultáneas estampas que pudiera parecer que competíamos por terminar en primer lugar, organizarse mejor, o mantenerse más tiempo al pie del cañón, aunque pronto excluimos a Pechos de la liza; Diego dijo haberlo visto sobre las ocho de la mañana, aproximadamente a la hora en que llegamos, moviéndose agitado durante un buen rato, con una taza en la mano, de lado a lado del salón, y desaparecer después. Que nosotros supiéramos no regresó antes de anochecido y Melenita entretanto deshizo cajas, montó mesas, colgó estantes, desembaló adornos emplazándolos aquí y allá, limpió toda clase de menaje, sucediéndose vajillas, juegos de café, cuberterías, que iba colocando delicadamente en las vitrinas recién instaladas. Cuando Diego y yo nos retiramos al dormitorio, agotados, ella seguía todavía, concentrada en cuclillas frente al horno de la cocina, cuya ventana iluminada era casi la única luz del entorno junto con la del salón donde Pechos, vestido solo con pantalón y descalzo, paseaba excitado nuevamente. Así llevaba desde que llegó, como lo perdíamos de vista en los extremos de cada una de las vueltas, suponíamos que su propio campo de batalla se encontraba en aquellas zonas oscuras para nuestra visión, donde no cabía duda de que alguna encomienda gestionaba hurtándola a nuestras, para entonces, miradas llenas de curiosidad.
Eran la siete del día siguiente, cuando lo volvimos a ver, otra vez con su taza de aquí para allá, tal como lo había visto Diego el día anterior, y Melenita parecía no haber salido de la cocina en toda la noche si no la delatara el blanquísimo albornoz que llevaba puesto y el pelo todavía mojado envuelto en una toalla enroscada. Pechos pronto volvió a desaparecer, si se habían despedido tiernamente en el hall, como hacíamos Diego y yo, y emplazado para alguna hora en concreto, no lo supimos, en todo caso habría sucedido fuera de nuestra vista, y solo sé que Melenita y yo continuamos el día entero dedicadas a la entusiasta carrera de la organización total. Ellos, los hombres, sólo dispondrían de tiempo en el fin de semana.
Diego y yo, que hacíamos un equipo perfecto, habíamos dispuesto cuatro cajas de cartón sobrantes como mesa provisional hasta que algún día pudiéramos adquirir nuestros propios muebles. Reconozco que sentía cierta envidia de Melenita en su abundancia, lo tenía todo a mis ojos, pero aquel día, cuando nos sentamos a comer, mientras nos contábamos felices las últimas novedades, riéndonos y besándonos de cuando en cuando, al ponerle al tanto también de las vicisitudes de nuestros nuevos vecinos no pude evitar conmoverme: - Hoy la vi rara, se preparó una bandeja y comió sola en la cocina; no vi, en cambio cuando lo hizo él, sigue encerrado en el salón y, francamente, empiezo a pensar que no se moja mucho con lo de la mudanza. Se pasa un pelo. Hace rato que lo veo sentado leyendo-.
Diego echó un vistazo de reojo, Pechos se había levantado y a través de la ventana abierta llegaban ecos de Don Giovanni, con la mano seguía el ritmo entusiasmado. Traté de encontrar con la mirada a Melenita que, colgada en el balcón, colocaba ahora una jardinera. Se había recogido el pelo en una coleta y me pareció vislumbrar ciertas rojeces alrededor de los ojos, como de haber llorado abundantemente -Si, no hay duda, creo que han discutido, y no me extraña. Es que ella no para un momento y él... al principio creí que estaría colocando libros, discos y cosas por el estilo... pero ahora más bien creo que se está escaqueando con todo el morro...
Ana y Paul vienen hoy a cenar, creo que ambos conocen nuestras verdaderas intenciones y, cada uno a su manera, han opuesto tímidas resistencias que hemos sofocado con bastante facilidad. En el fondo saben que es lo mejor. Llevan meses sonriéndose en el rellano de la escalera para luego perderse en la soledad de sus apartamentos apenas separados por un liviano tabique. Ana conoce ya todos sus movimientos porque Paul es totalmente predecible. Escucha sus pasos perdidos durante horas, de un lado al otro del salón, incluso más allá de prendido el sueño sigue meciéndola al compás de algo de Mozart, de Mahler...Y sabe que, casi siempre lo hace desnudo, porque yo se lo he contado. También le conté que es insomne, que vive para olvidar la muerte trágica de su pareja, de la que no consigue dejar de culparse.
Mientras preparamos primorosas fuentes de contenido más bien escaso pero alegre y las colocamos en las cartomesas ocultas detrás del colorido mantel, Diego me cuenta que Paul, tan inglés, disimula su curiosidad cuando él le habla de mi amiga Ana, de lo estupenda que es, lo guapa y lo valiente, después del naufragio de su matrimonio... Que hace cómo que no va con él, incluso bosteza por si cuela, aunque ambos sueltan una tremenda carcajada cuando menciona su fantástica y sensual melena.
Hemos cenado en la terraza, hacía una magnífica noche de primavera así que Diego y yo nos quedamos un rato todavía. En las ventanas del edificio de enfrente, al otro lado de la vereda que nos separa, por primera vez en mucho tiempo hay una sola luz encendida... y una sola voz... la de Orfeo que dice
"¡Che puro ciel! Che chiaro sol!
Che nuova luce é questa mai!
Che dolci lusinghieri suoni
dei bei cantori alati
s’odon qui in questa val!
Dell’aure il susurrar.
il mormorar de’ rivi.
Ma la quiete che qui tanto regna
non mi dà la felicità!
Soltano tu, Euridice, puoi far sparir
del triste cuore mío l’affanno!
Il tuoi soavi accenti,
gli amorosi tuoi sguardi,
un tuo sorriso
sono il summo ben...
Fotografía: 47 x 33,5 Collage. adosados, pfp
miércoles, 3 de marzo de 2010
cuerpo a tierra

Walter de María utiliza este término , para nombrar sus primeras intervenciones en el paisaje, esta denominación se extiende luego a otros artistas que se sirven del paisaje y sus elementos para sus obras. El desarrollo de esta nueva tendencia artística se caracteriza por la búsqueda de nuevas formas, nuevos modelos, nuevos conceptos y un interés especial por la experiencia in situ, confrontando los límites con otras artes y otras disciplinas – arquitectura, fotografía, cine – siendo el paisaje soporte y materia.
lunes, 1 de marzo de 2010
un par de tipos curiosos

Se dice que el arte debe ser extremo, de otra forma se vuelve invisible.